(Escrito por Nick Addo, Director de Finanzas de IFES)
“Ya han pasado cuarenta y cinco años desde que el Señor hizo la promesa por medio de Moisés, mientras Israel peregrinaba por el desierto; aquí estoy este día con mis ochenta y cinco años: ¡el Señor me ha mantenido con vida!” Josué 14: 10-11)
En los años setenta el movimiento estudiantil de Ghana (que entonces se llamaba UCF) se enfrentó al reto de cómo responder a una tendencia alarmante: los graduados perdían su fe poco después de terminar la universidad. Una forma de abordar esto fue compartiendo el ejemplo de Caleb, que a sus 85 años su fe era tan ferviente como cuando tenía 40, cuando se mantuvo firme en contra de la opinión de la mayoría (Números 14). En aquel entonces yo era un estudiante de primer curso y abracé lo que se empezó a conocer como el “espíritu de Caleb”: el deseo de tener una fe tan apasionada y ferviente después de 40 años.
Si miro atrás, veo cómo Dios extendió su enorme gracia hacia mí y puedo identificar infinitas ocasiones en las que, en momentos críticos de mi vida, tomé la decisión correcta sin darme cuenta. Fueron “sin darme cuenta” porque estas decisiones no reflejaban lo que yo realmente quería en aquellos momentos. Cuando empecé a asistir a UCF, por ejemplo, me uní a al grupo de los Guerreros de Oración, a pesar de que el líder del grupo insistía en que no era para mí puesto que yo no era un gigante de la oración. En esos momentos la oración era un área que realmente me costaba. Y por si fuera poco, en mi segundo año el nuevo líder del grupo acabó siendo mi compañero de piso. Ya no tenía escapatoria. No sólo tenía que orar en las reuniones de grupo y en los retiros, sino también regularmente con mi nuevo compañero. ¿Cómo se puede explicar esto si no es por gracia?
Más adelante la mano de Dios me guió en mi vida profesional y el espíritu de Caleb dentro de mí fue fortalecido. He estado trabajando en finanzas en organizaciones cristianas durante más de quince años. Recuerdo que una vez un director me llamó a su oficina para mostrarme una solicitud de reembolso de gastos y me preguntó si él no debería estar solicitando estos reembolsos. Utilizando el ejemplo de Caleb en Números 14, le expliqué que la mayoría no tiene que tener la razón necesariamente. ¿Por qué me preguntó? Yo ni siquiera era el jefe de finanzas, pero el director había observado un poco del espíritu de Caleb en mí. Este director ya está jubilado y hace poco aceptó la invitación para ser pastor de una iglesia evangélica importante. Al contarme la noticia, me recordó la conversación que habíamos mantenido unos años atrás acerca del reembolso de gastos y del desafío de vivir con el espíritu de Caleb.
Mi oración es que mi fe sea igual de ferviente cuando tenga 70 u 80 años y que esta sea la oración de ustedes también.
Nick Addo
nick.addo (at) ifesworld.org