Recientemente, he estado leyendo el libro de Eclesiastés. Hacía tiempo que no aparecía en mi lectura devocional, y me ha sorprendido no solo la relevancia que este enigmático libro tiene para las cuestiones contemporáneas, sino también el papel de Qohélet, “El Maestro”.
Qohélet buscó el sentido y la satisfacción de la vida, guiado por la sabiduría. Por lo que se podía observar, él vio los beneficios de la sabiduría, el placer y la riqueza. Sopesó cada una de ellas y llegó a la conclusión de que había más beneficio en una opción y menos en su opuesta (por ejemplo, sabiduría e insensatez, riqueza y pobreza) … No obstante, a pesar de que la sabiduría es mejor que la insensatez, la seguridad de la muerte hace que los beneficios sean limitados, al igual que los seres humanos (Ecl. 2:14). Entonces, ¿qué sentido tiene?
Seamos buenos estudiantes, hedonistas, financieros o familiares, todo esto puede sonar bastante desolador. Como en Eclesiastés 3, tenemos que ir más allá de la mera observación de la vida en todos sus extremos y complejidades y alegrarnos de lo que Dios nos ha dado. Debemos reconocer los límites de nuestra posible comprensión y confiar en Aquel cuyo conocimiento no está limitado y cuyos días no tienen fin. Es decir, ¡tenemos que escuchar lo que dice Dios, Su sabiduría, sobre la vida, la satisfacción y nuestros sistemas de valores!
Mientras caminamos con Cristo este curso académico, queremos ver la verdad alternativa a lo visible, escuchar y confiar en Dios en Su Palabra y encontrar alegría en temerle.
¿Cómo podemos aprender a contentarnos en todas nuestras circunstancias (como Pablo, Filipenses 4:11-12), y caminar en sabiduría?
El ejemplo que Qohélet nos ofrece un punto de partida:
- de su compromiso personal con el aprendizaje, que va unido a una
- disposición de curiosidad y escucha. Y, como transmite a la asamblea lo que ha aprendido, puede haber
- crecimiento como comunidad. Lo que habló/compartió con la comunidad entonces, y con nosotros hoy, parece invitar a la retroalimentación, provocar preguntas y promover la confianza en el Dios eterno: la verdadera fuente de vida y sabiduría (Ecl. 12:13-14).
Me pregunto en qué punto este ejemplo nos interpela hoy a nosotros y a los demás. ¿Nos comprometemos a aprender de la Palabra Viva, de Jesús, que dijo ‘Carguen con mi yugo y aprendan de mí…’ (Mt 11:29)? Esto significa algo más que buscar consuelo o frases hechas, sino acercarse a Él desde esa disposición de curiosidad y escucha.
Quizá nuestra oración sea primero crecer en la humildad que abre nuestros oídos para escuchar y caminar en obediencia en el campus y en nuestras familias… así como compartir lo que estamos viendo y aprendiendo…
Paula
Secretaria Asociada para el Compromiso con las Escrituras de IFES