“Dichosos los que guardan sus estatutos y de todo corazón lo buscan” (Salmos 119:2). Las Escrituras nos invitan a “buscarlo” y, con ello, nos invitan a orar, pues esta es la esencia de la oración.
Hace muchos años, alguien comentó que deberíamos “orar la Palabra”. Estar de acuerdo con lo que Dios ya había dicho respecto a ciertos temas por los que estaba orando (decisiones, miedos, finanzas, etc.), me pareció lógico. Mientras reflexionaba sobre cómo las oraciones han ido desarrollándose en mi entorno, estas palabras volvieron a mi memoria. Muchas personas parecen haber desarrollado un nuevo lenguaje y postura en sus oraciones. Ciertas palabras parecen más poderosas que otras y caminar de un lado para otro, reivindicar terreno y echar demonios se han convertido en el centro de las oraciones. ¿Es orar la Palabra un mandamiento o una mera sugerencia?
Los cristianos a menudo definen la oración como una forma de comunicarse con Dios, sugiriendo con ello que no solo hablamos con Dios, sino que Dios también habla con nosotros. Por este motivo, no nos debería sorprender que la Biblia, como Palabra de Dios, sea especialmente pertinente para esta comunicación.
A medida que examinamos las Escrituras, somos más conscientes de la voz de Dios y podemos responderle según su revelación. Es a través de su Palabra que podemos conocer a Dios y responder con alabanza, amor y confianza. A medida que esta relación va creciendo, se forja una verdadera amistad y crecemos en el entendimiento del corazón de Aquel a quien oramos. Ello nos ayuda a orar con confianza según la voluntad de Dios. Una vez empezamos a conversar con Dios, podemos entrar en sus deseos para nosotros y ver con más claridad cómo encajamos dentro de su plan.
En mis años de adolescencia y como nueva creyente, a menudo me preguntaba qué lugar ocupaba yo en el plan de Dios. En mis oraciones, le preguntaba a Dios qué don me había dado. Recuerdo decir que todo lo que hacía era ayudar: en la escuela dominical, en las actividades deportivas, cantando y en otras áreas de la vida eclesial. Mientras estaba haciendo un estudio bíblico me di cuenta de que cuando ayudaba, ¡estaba usando mi don! Sentí un gran gozo. Desde entonces, a menudo he experimentado que, cuando oro, Dios me guía por las Escrituras para darme seguridad.
La palabra de Dios puede moldear nuestras oraciones de muchas maneras: invitándonos a buscar a Dios, profundizando nuestra relación con Dios, guiándonos en el contenido de nuestras oraciones, revelándonos el pecado para que podamos hacerle frente y despejar el canal de comunicación con Dios, clarificando nuestros pensamientos, dando dirección, revelando la verdad…
No hay duda de que el compromiso con la Palabra hace posible la oración y de que la oración nos lleva de nuevo a las Escrituras.
Cheryl Jessemy, ceejessemy@gmail.com
Obrera de ISCF Grenada y coordinadora regional de oración para el Caribe