Siempre me han fascinado las preguntas que nos hacemos y que se nos hacen cuando interactuamos con el Señor por medio de las Escrituras. Con esto también me refiero a los temas grandes y pequeños que se plantean actualmente las personas que tenemos alrededor, además de la forma en la que las Escrituras mismas nos desafían y nos transforman.
Quizás por eso me ha gustado escuchar las noticias de un ejercicio que realizaron hace poco nuestros amigos de IFES Asia del Este. Por medio de una serie de vídeos, los obreros de diferentes movimientos son expuestos a un texto de las Escrituras e invitados a hacer preguntas que surgen del texto. Creo que esto nos ayuda a reconocer un punto importante que a menudo pasamos por alto: cuando nos acercamos a las Escrituras, quiénes somos y dónde estamos afecta a cómo respondemos. En otras palabras, el contexto importa.
Las circunstancias en las que vivimos, nuestro trasfondo, incluso nuestra edad y sexo, juegan un papel en cómo leemos la Palabra de Dios. Creo que si prestáramos más atención a esto nos beneficiaríamos más de la diversidad de la comunidad en la que estudiamos las Escrituras. Esta variedad de perspectivas y preguntas nos ayudaría a ser más conscientes y a estar abiertos a cómo el Espíritu Santo nos transmite su Palabra.
Si prestamos atención a estos matices, nos animarán a tener un testimonio más eficaz. Creo que las personas religiosas, ya sean cristianas desde hace mucho tiempo o estén interesados en temas espirituales, hacen preguntas bastante diferentes a las que hacen los ateos o los agnósticos. Cuando estudio el texto bíblico, por ejemplo, las preguntas que hago no van a ser las mismas que las que hace alguien de otra tradición religiosa o alguien que no tiene una visión religiosa del mundo. Pero no debo ignorarlas y tampoco debo intentar responderlas rápidamente ni decir que no están haciendo la pregunta “correcta” sobre el texto bíblico. Es legítimo y adecuado escuchar con atención e intentar entender las preguntas que hacen a las Escrituras.
Del mismo modo, siempre debemos prestar atención cuando las Escrituras nos preguntan algo a nosotros, especialmente cuando estas preguntas nos sorprenden, desafían o inquietan. Las preguntas que normalmente serán las más transformadoras son aquellas nos llevamos después leer la Biblia y para las que no encontramos una respuesta fácil. Sacuden los cimientos de todo lo que damos por sentado, ya sea en nuestra propia opinión o de la tradición en general. Al hacerlo, revelan más sobre la voz de Dios que habla con autoridad. Y esa voz, que habla por medio de las Escrituras, viene de Aquel que provoca el cambio. Las preguntas traen vida: no debemos tenerles miedo.
Ricardo Borges, Secretario de IFES para el Compromiso con las Escrituras.