Ricardo Borges, Secretario de IFES para el Compromiso con las Escrituras, entrevista Wilson Kiuna, de Kenia, miembro de la red global de IFES de multiplicadores del Compromiso con las Escrituras
¿Por qué podría ser importante hacernos preguntas sobre las Escrituras a la luz de los desafíos a los que nos enfrentamos en este mundo, como el tema de la política?
Tenemos que hacernos preguntas sobre las Escrituras principalmente porque la Biblia es la revelación de la mente de Dios sobre la realidad entera; nos enseña cómo debe vivir el pueblo de Dios, y cómo debemos interpretar y enfrentarnos a los temas y desafíos de la vida diaria y en cualquier época, espacio y cultura (Dt. 32:47; 2 Ti. 3:16-17). También veo en la Biblia una verdad que nos da una lección de humildad: el Dios todo poderoso, que habita en una luz inaccesible, nos invita a [mantener] un diálogo con Él en nuestras luchas más sinceras. Dios es lo suficientemente grande como para manejar nuestras dudas, preocupaciones, miedos, frustraciones. Esto incluye también el trauma de la realidad socioeconómica y política rota, tal y como ilustra Gedeón (por ej. Jue. 6:13).
¿Cuál es la mejor forma de hacer preguntas sobre las Escrituras?
En primer lugar, tenemos que tener en cuenta el contexto de la vida de las comunidades de fe en la Biblia; cómo interpretan sus propios desafíos; la clase de preguntas que hacen… y hacerlo a la luz de la historia general de la Biblia. Así, utilizando todos nuestros sentidos, intentaremos sumergirnos en su dolor y lamentaciones, su gozo y esperanza. En segundo lugar, necesitamos estudiar las Escrituras en comunidad con otros, con los pies cimentados en nuestras realidades contemporáneas. Esto ilumina y profundiza nuestra visión.
La Biblia es bastante extensa y la revelación de Dios se nos ofrece como una variedad de contenidos en diferentes formatos. Como tal, ¿cómo sabemos dónde buscar las respuestas a las preguntas que estamos haciendo?
Creo que es absolutamente importante apuntar que TODA ESCRITURA es inspirada por Dios y útil para toda la vida (2 Ti. 3:16-17), incluso para los aspectos más mundanos, ¡como rellenar la declaración de la renta! Hay una unidad teológica esencial que conecta la historia bíblica entera, apuntando a y encontrando en última instancia una vida plena en Jesucristo (Jn. 5:39 y ss.). En este sentido, empezamos a buscar respuestas a nuestras preguntas, no solo para satisfacer nuestra curiosidad intelectual, sino para responder en obediencia a una invitación personal hecha por Jesús mismo a venir a él “para tener esa vida” (Jn. 5:40). Así que empezamos nuestra búsqueda con una petición humilde para que nos ilumine y nos guíe y que, sea cual sea el punto de partida en el estudio bíblico, el Espíritu Santo, nuestro fiel maestro, nos abra los ojos, para que podamos contemplar “las maravillas de tu ley” (Sal. 119:18).
¿Qué ganamos haciendo estas preguntas con personas que son diferentes a nosotros?
Creo que esta práctica nos ayuda a apreciar a nuestra “comunidad de gente necesitada” como pueblo de Dios, sea cual sea nuestra cultura, sexo, trasfondo socioeconómico u otros aspectos de diversidad; ¡todos necesitamos la gracia de Dios! En segundo lugar, esta práctica enriquece nuestro discernimiento de la verdad bíblica, a medida que la gente comparte recursos hermenéuticos y herramientas de otras culturas y experiencias vividas (lenguaje cultural, historias y anécdotas, etc.), e ilustraciones del uso de las Escrituras en la vida real. En tercer lugar, ofrece un desafío “redentor” para nuestros puntos flacos personales y culturales, que a menudo frustran nuestro compromiso con las Escrituras.
¿Cómo respondemos a las preguntas que las Escrituras nos hacen de vuelta?
Creo que es un acto redentor de la misericordia de Dios cuando las Escrituras nos hacen preguntas, especialmente aquellas que hacen frente a nuestros defectos. A menudo nos invita a examinarnos y a reorientarnos (Sal. 139:23-24). Este aspecto transformador exige que cultivemos un espíritu contrito que se deja enseñar (Sal. 32:8-10) y la diligencia de los judíos de Berea, que escudriñaban las Escrituras en comunidad (Hechos 17:11).