Agua que Vivifica en Circunstancias Difíciles

Mis vacaciones de verano del año 2012 resultaron ser un accidente de bicicleta, seguido de una cirugía de emergencia, un período de recuperación de dos meses y más cirugía. Me resultó muy difícil encontrar paz en esta situación, especialmente porque seguía sufriendo las consecuencias de un accidente aún peor que había sufrido tres años atrás.

Le dije al Señor, “Sé que eres bueno, eres bueno con todo el mundo, pero no conmigo. No veo tu bondad en mi vida. Te sigo y te sirvo, pero mi cuerpo está roto y mi corazón quebrantado. ¿Dónde está tu bondad?”

La tristeza, la confusión y la apatía me rodeaban mientras transitaba por este desierto espiritual. No podía “arreglarme” a mí misma y otra gente no podía ayudarme, sus palabras entraban en mis oídos pero no alcanzaban mi corazón.

A lo largo de esos meses, solo pude oír al Señor hablándome a través de la Biblia. El Espíritu Santo usó mi decisión de leer la Biblia sin importar cómo me sentía o lo que pensaba acerca de mí misma y de Dios. En mi desierto, el Espíritu Santo me daba un sorbito de agua para sobrevivir cada día. Estaba viviendo tan solo por esa agua – la Palabra de Dios – bebiéndola poquito a poquito.

Leí el libro de Job. Él me entendía. Él clamó al Señor en su miseria y en la amargura de su alma: “No encuentro paz ni sosiego; no hallo reposo, sino sólo agitación” (Job 3:26). ¡Mi angustia y mi sufrimiento estaban ahí mismo, en medio de la Biblia!

El Señor me habló a través del Salmo 145: Yo soy clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor (v8). Yo soy bueno con todos (v9). Yo levanto a los caídos y sostengo a los agobiados (v14). Yo estoy cerca de quienes me invocan, de quienes me invocan en verdad. Cumplo los deseos de quienes me temen;  atiendo a su clamor y los salvo. Yo cuido a todos los que me aman (v18-20).

El Espíritu Santo dejó que estas palabras calaran profundamente en mi corazón: “Estoy cuidando de ti, te he escuchado y te salvaré…” A través de las Escrituras pude creer de nuevo que el Señor es bueno, que siempre es bueno, es bueno con todo el mundo, ¡incluso conmigo!

Lilit Avayan, Secretario General Armenia
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