“Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios” (Salmos 46:10)
“Que de día el Señor mande su amor, y de noche su canto me acompañe” (Salmos 42:8)
Esuchar la Palabra. Escuchar mi vida. ¡Escuchar la voz apacible y suave de Dios!
La mayor parte de nuestras vidas es un ajetreo constante. Muchas experiencias pasan por nuestra vida a toda velocidad: las personas que conocemos, nuestros ministerios y los acontecimientos de la vida.
Para mí, el 2017 fue un año así. Subí a muchos aviones para visitar a los movimientos de mi región, di muchos sermones y exposiciones bíblicas, escuché a muchas personas mientras pasaban por peregrinajes duros, lloré 4 muertes (la de mi querida madre, la de mi compañera de habitación en la universidad y dos compañeros en Asia del Este) y asumí el papel de Secretaria Regional de IFES, Asia del Este.
Las vidas ajetreadas y que no son examinadas empiezan a dejar escapar impaciencia, fatiga, enojo, amargura y autocompasión. No podía parar ninguna de estas experiencias vitales y ministeriales. Sin embargo, por el bien de mi propia sanidad, encontré la voz apacible y suave de mi Señor llamándome a… ¡la soledad! En el 2017, conseguí ir a siete retiros espirituales (no solo participé en todos si no que también organicé algunos de ellos). Dos de ellos duraron tres días, cuatro solo duraron tres horas y uno duró cuatro días.
En uno de los retiros, cada participante recibió pequeñas porciones de las Escrituras para meditar y escuchar la Palabra (Salmo 42, 1 Corintios 4:7-16, Éxodo 19:1-6 y Josué 3). Esperé con estos pasajes, y el espacio que había ido creando mientras esperaba con la Palabra empezó a hablarme. Estaba “oyendo” la Palabra empapando mi vida. También empecé a “oír” mi vida, la pena que había ido acumulando y las preguntas que surgían. El mejor regalo fue “oír” a Dios, que había estado allí en todo momento. Empezó a manifestar Sus promesas y Su sanación de una nueva manera.
Después de cada uno de estos “retiros”, ¡volvía con un nuevo mandato! Un llamamiento más claro de cómo continuar. Para mí, estos tiempos de retiro no eran una opción, si no un oasis donde podía beber hasta saciarme y hacer espacio para la vida. Así, sé que, para mí, el 2017 fue un año de “fuertes golpes y aprendizaje duro”, pero también fue el año en qué sin duda “me llevó sobre las alas de las águilas y cantó su canción sobre mí en la noche”.
¿Qué hago en mis retiros?
- Traigo los asuntos, preocupaciones y experiencias de la vida que quiero examinar.
- Le pido a Dios que me dirija hacia un pasaje de las Escrituras en el que pueda meditar.
- Derramo mi corazón y espero y escucho.
- Escucho Su Palabra, Su voz y escucho mi vida. Escucho mientras ando y cuando me siento. Escucho a la naturaleza, las imágenes o las palabras que Él trae a mi corazón y mente.
- A medida que escucho, voy respondiendo desde donde estoy. Converso con Dios.
- Todo ello queda escrito en mi diario, ¡que es como una herramienta de respaldo mientras escucho!
¡A disfrutar de los retiros, querido amigo/a!
Annette Arulrajah
Secretaria Regional de IFES para Asia del Este