La Biblia es lámpara a nuestros pies y luz para nuestro camino. Es salud para el alma y el aliento de Dios mismo. A través de ella, Dios nos reta y nos consuela, nos reprende y restaura, nos exhorta y nos alienta. En todo, es la revelación de la verdad de Dios.
Pero la Biblia también se puede usar mal. Por ello la gran disciplina de IFES de los estudios bíblicos inductivos es importante: aprender a comprender las Escrituras en sus propios términos; respetando su contexto y obedeciendo el mensaje, independientemente lo incómodo que nos haga sentirnos.
El estudio bíblico puede convertirse fácilmente en un ejercicio abstracto. Por eso me encanta que uno de los valores fundamentales del IFES no sea simplemente “la Biblia”, sino “el Compromiso con las Escrituras”. Todo estudio bíblico no debe versar, en última instancia y principalmente, sobre nosotros, sino sobre Dios, su carácter y su invitación a utilizar esta Santa Revelación para conocerle mejor.
Cuando Darrell Johnson fue entrevistado en la Asamblea Mundial de 2015, compartió cómo, antes de abrir un pasaje para preparar su predicación, se preguntaba (haciendo referencia al Cantar de los Cantares) “¿qué me dice este pasaje sobre aquel a quien ama mi corazón?” Esa debería ser la pregunta para todos nosotros cuando abrimos las Escrituras en cualquier momento, seamos o no predicadores o líderes de estudios bíblicos.
A título personal, mi camino con las Escrituras ha pasado por varias etapas. Tuve el privilegio de que me las enseñaran cuando era un bebé sentado a los pies de mis padres y me fascinaba como oyente; para mí era un cuento a la hora de dormir. En la adolescencia, al comprometer mi vida con Cristo y leerlas regularmente como disciplina espiritual, veía a las Escrituras como una historia para mí; un conjunto de exhortaciones para ayudarme a vivir bien como discípulo.
Luego, a medida que crecía en la fe, me di cuenta de que era una historia sobre mí; vi más claramente mis propios defectos en las vidas de sus defectuosos héroes y me maravillé de la suficiencia de Cristo para cubrir todo mi pecado. Cuando las estudié más profundamente en el seminario y me embarqué en el ministerio de la predicación, se convirtieron (no siempre para bien) en una historia mía; verdades de las que me sentí encargado de transmitirlas a los demás. Con el tiempo, me di cuenta de que todos estos hilos debían unirse y, a medida que comprendía con más firmeza la profundidad de la gracia de Dios, se convirtieron en una historia que crecía dentro de mí. Cuando me relaciono con las Escrituras, el Espíritu que inspiró a esos autores es el mismo que me está convenciendo y cambiando. Es un viaje en el que sigo y, si puedo, quiero llevar a otros a hacerlo conmigo.
David Montgomery, Secretario Regional de IFES en Europa.